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Esta es la historia de la boda de mi tía Pilar. Se casó antes de la guerra civil, se casó con 22 años con Felipe Clavel, hijo de la tía Amparo “La Micapana”.

Las bodas de esa época costaban mucho tiempo de preparar. Medio año antes lo primero era buscar lana para preparar el colchón y tenias que esperar que viniera el tiempo de esquilar las borregas para comprar la lana, ya que llevaba mucha faena. Se subía al lavadero de la acequia La Dehesa; subías dos calderos y ¡a hacer fuego! los llenabas de agua y echabas salsosa. Cuando hervía se echaba a los lebrillos y se estrujaba la lana.

 

Y enseguida se metía la lana en la canasta y ¡ala, dentro de la acequia bien estrujada!  Cuando estaba bien enjuagada se tendían los bellones en cuerdas que se ataban de un pino a otro y de dejaban colgando. A la que estaba seca, a recogerla y llevártela a casa. Todas las tardes las abuelas a esmotar lana en casa de la novia, a quitar le las borrizas y ponerla bien hueca.

 

Cuando ya estaba preparada ¡ha hacer el colchón!. Se hacía en casa, se cosía a la inglesa y quedaban muy bonicos. Eso era lo primero y estaban tres meses liadas con la dichosa lana. Otros eran más rápidos, se iban al Batan de Jérica y compraban dos sacos de borra y hacían el colchón en una tarde, así, que había de todo.

Antes, se hacían las bodas en casa de la novia. Mi abuela llevaba meses preparando cosas. Lo primero pintar toda la casa y en la cambra se hacía el convite, es donde mas sitio había a todo lo ancho. Quitaban todos los trastos y ponían tableros y tablones y así formaban un salón.

 

El día de antes en casa de la novia, se hacían los masijos  de las tortas. Se hacían 3 ó 4 canastas, cada una con su masijo. Se masaban por la noche y a las 6 de la mañana, al horno a hacer las tortas y apedreábamos las puertas ¡ya empezaba la juerga¡. Cuando ya estaban cocidas las llevábamos a casa de la novia y las extendían por los cañizos para que no se pisaran y se enfriaran. Por la tarde a matar pollos y conejos para las paellas de medio día que se hacían en las calles. Mi tía como vivía en las últimas calles del Calvario, detrás de la casa de mi abuela y de la tía Pata, que todas eran familia, se ponía en el camino una tira de paellas con leña. Por la mañanica, lo primero, mientras los novios se casaban, se hacía un caldero lleno de chocolate para cuando salieran de misa estara a punto y todas las tazas puestas en los tablones. Las tazas te las dejaban las amigas y vecinas, una te traía una docena, otra media, así se recogían todas.

 

Lo primero se comía tortas y chocolate con barrales de bebida. Uno con coñac, otro con aguardiente otro con mistela y otro con cazalla, cuando se termina agarran un par de barrales y daban la vuelta al pueblo con guitarras y acordeones, y en la era de la tía Florencia, allí dale que te pego  ¡ha bailar!, venga jotas y lo que sabían, hasta la hora de comer.

 

Al día siguiente todas las mozas, amigas de la novia, a fregar las paellas; otro día de juerga, a comer y beber lo que había sobrado. Las paellas se devolvían a sus dueñas con media torta en cada paella.

 

Viaje de novios no había, había poco dinero y mi Felipe, que ya era mi tío, era pastor y no podía dejar los animales sin sacar a darles de comer.

Así pasó todo, luego vienen los regalos, una te traía una taza y plato, otra dos tazones, un cazo, una olla, dos jarros, cuatro platos, dos pollicos y juntabas entre todos, media docena de pollicas que en poco tiempo ya te ponían huevos y tenías merienda para el pastor y…..

 no, no sé mas que contar porque yo que soy su sobrina sólo tenía nueva años… ¡pero me acuerdo perfectamente!. 

 

Recuerdos de TRINIDAD PEREZ

 

 

NUESTRAS BODAS

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